Un mensaje para el público #textoliterario

Hay pocos consejos que dé al mundo, a la gente. No soy de las que da buenas ayudas, soy más de las que recibe esa ayuda e intenta aplicarla a su problema.

Pero hoy sí quiero dar un consejo.

Sé que somos mierdas, todos. Nadie es perfecto, estamos llenos de errores. Pero algunos se lo toman más a pecho. Luchan para eliminarlos de su vida, de convertirse en lo imposible: en perfecciones inexistentes. Dejan de comer, dejan de hacer aquello que les gusta, empiezan a matarse lentamente. Y repito, todos somos mierda, y creo que nadie debería sacar a la luz los defectos de otros, porque igual que hacen estas personas, los afectados pueden hacer lo mismo. Si tú a mí me sacas mis defectos, yo haré lo mismo. Y a ver si te sienta bien, joder.

Pero, mensaje para los anteriormente mencionados, aquellos que empiezan a matarse, no lo hagáis, nunca. ¿Qué sentido tiene, cortarse las venas? Y lo peor es que nos prometemos que cada corte que nos hacemos será el último, que no lo volveremos a hacer. Pero una parte de nuestro subconsciente nos dice “¿De verdad te crees tu propia mentira? ¿De verdad crees que vas a poder dejar de ver sangre en tu cuerpo, que podrás dejar de ver cortes abiertos que te recordarán que debes seguir acuchillándote hasta quitarte la vida?”. Maldito subconsciente y malditos nosotros por obedecerle y no taponarnos los oídos para no oírle.

Cortarse es una droga. Es como fumar y beber, pero a la vez no lo es. Fumar, beber… eso lo puedes dejar en algún momento. Pero cortarte nunca se puede dejar. Porque cada corte es una forma de expulsar el dolor. Y éste nunca se deja de sentir. Aunque te vacíes, aunque creas que ese corte en la muñeca te ha liberado del dolor y de la pena, poco a poco vuelves a llenarte y a necesitar de nuevo expulsarlos de tu organismo.

Sé de lo que hablo. Yo he vivido momentos así. Y, como me repite mi subconsciente, puede que los vuelva a vivir. Pero me gusta creer que no, que tengo el poder sobre mi cuerpo, sobre mi mano y sobre las cuchillas. Me gusta pensar que jamás volveré a hacerlo.

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